miércoles, 28 de mayo de 2014

La vida es sueño






Dicen que lo sueños reproducen todo lo que nuestro inconsciente sabe y nos esconde. Vidas de pesadilla o ensueño agazapadas tras el abrazo de Morfeo. Pero a veces, “dicen “mal, y lo que antes estaba oculto, se nos muestra violentamente haciendo que cambiemos por completo nuestra perspectiva del mundo y de nuestra vida. No crean que la historia de nuestro protagonista tiene nada especial, una vida, por simple o complicada que sea, no deja de ser una vida; y al igual que casi todo está ya dicho, lo mismo esta vivido. No es el hecho el que la hace más intrigante o más nueva, sino la forma como una la siente o la percibe.
El Sr.Pears, no tenía familia ni parientes cercanos. Tampoco amigos ni mascotas  que cuidar. Su lenguaje era parco y guardaba silencio la mayor parte del día. No tenía nada que decir ni interlocutor interesante con el que hablar, y no por ello crean ustedes que nuestro protagonista era un hombre triste o amargado, muy al contrario: era un anacoreta feliz. Solo carecía de una cosa esencial, el Sr Pears no soñaba. Hubiera dado su vida a cambio de un solo sueño, uno que recordar, que disfrutar o morir  de terror en el, pero no, eso no le había sido dado. He dicho que era feliz, y por supuesto esta afirmación carece de falacia; a pesar de eso, uno no puede obtener la dicha por completo y ese anhelo, concretamente ese, era el que daba carencia a la total plenitud de la vida del Sr.Pears. Se acostaba cada noche con la fe puesta en su deseo, y despertaba cada mañana con la misma decepción: nada, no había soñado nada. Había hablado con médicos, curanderos, herbolarios y Chamanes; en definitiva, con todo  aquel que pudiera darle alguna solución. La respuesta era siempre la misma – Sr Pears, eso que me cuenta no tienen ningún sentido, todos, absolutamente todos, soñamos: Usted sencillamente no lo recuerda. Pero eso no era cierto, el despertaba todas las mañanas como salido de un letargo en negro. Una película velada. Ni una imagen, ni un sonido. Un amanecer de la nada para volver al mundo. Soñaba despierto con el sueño del dormido. Y era tanta su ansia por conocer aquello, que muchas veces, pasaba horas en la cama esperando que el milagro se hiciera realidad.
Una mañana cualquiera de un día cualquiera, el  Sr.Pears se sorprendió  leyendo un extraño anuncio en el periódico.

-           SE RESUELVEN TODO TIPO DE PROBLEMAS TENGAN O NO SOLUCIÓN.

Debajo, una dirección y un número de teléfono. Entre paréntesis concluía,” Incrédulos abstenerse “.
Llamó de inmediato ¿por qué no? Si los supuestos entendidos no le daban solución, tal vez algún charlatán pudiera dársela. Le contestó una voz  de mujer muy agradable, dándole cita para el día siguiente. Esa noche, el Sr Pears, la  pasó en vela soñando despierto con el sueño del dormido.
Llegó puntual, y después de rellenar un breve cuestionario, la misma señorita que le había atendido el día anterior lo pasó a una sala pintada de azul añil intenso. Una voz salida de no se sabe dónde, pregunto:

-           Dígame ¿en qué puedo ayudarlo Sr. Pears?

-           Quiero soñar. Ni que sea una vez en la vida, quiero despertar de un sueño.

-           Regrese a casa Sr, Pears. Esta noche va a tener el sueño de su vida.

Desconcertado, el Sr Pears regresó a su casa con una cara de Imbécil que daba lástima. Comió algo frugal y pasó el resto del día absorto mirando el cielo desde su ventana.
Pero esa noche, nuestro Sr.Pears soñó. ¡Y vaya si soñó! recreó en uno, todos los sueños de una vida. Y lo llevó hasta  los confines de su inconsciente haciéndole disfrutar de las mieles del otro  mundo. Sintió la lujuria del Fauno al despertar de su siesta añorando a las bellas ninfas. Sintió el despertar de la primavera con una explosión de sentimientos desbordados tal, que dieron fin a la vacuidad de la vida que había llevado hasta entonces. Lloró de felicidad y siguió llorando y llorando hasta quedar exhausto. Fue en ese preciso instante, cuando la realidad cayó sobre él aplastándolo y asfixiándolo de sobremanera. El Sr Pears, jamás despertó del coma profundo en el que voluntariamente se había sumido y completo su ciclo.
Dicen algunos, que no solo de sueños vive el hombre. Otros por el contrario, carecen de vida sin ellos.

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