jueves, 24 de julio de 2014

La Diosa





Iba a cruzar la calle cuando la vio. Al instante quedo embelesado por el  contorneo de sus caderas  y las finas agujas de sus tacones. La Diosa, marchaba al compás de los Tambores de  la selva urbana luciendo un ceñidísimo vestido de satén blanco que realzaba de sobremanera su figura.  ¿Cómo podía concentrarse tanta belleza en un solo cuerpo? Para un eterno seductor como él, ese sería  un día de caza  estimulante. Decidió seguirla  rastreando su olor igual que un felino a su presa. Luego de un corto trayecto, la Diosa entró a un café cuya fachada quedaba rotulada con un nombre en francés: “les gent qui j’aime” .Esperó unos segundos y fue tras ella. Se acomodó en la barra y después de pedir un whisky observó con deleite a la presa. La distancia era perfecta, la diosa estaba sentada en una de las mesas y el ángulo de visión era ideal. Después de unos sutiles coqueteos con la mirada,  lo invitó a tomar posesión de la silla vacía que tenía a su lado. Hablaron durante horas enfrascados en una conversación relajada y amena, extraño por otro lado, entre dos personas que acaban de conocerse. La Diosa era como un libro abierto cuyas páginas se dejaban leer con voracidad. Entonces, ella propuso continuar la charla en su casa, vivía muy cerca le comentó, justo a la vuelta de la esquina. No podía creer que la presa cayera tan pronto: este iba a ser un día de suerte. Llegaron al departamento y bebieron con gusto la última copa. Luego, fueron directo a la habitación donde la Diosa se desnudó lentamente mostrándole cada parte del hermoso cuerpo que lo había hechizado horas antes. La belleza  impregnó sus pupilas y se relamió los labios con lujuria. Sin más, se deshizo de la ropa y se abalanzó sobre ella. Al caer en la cama, la Diosa había desaparecido. Con la perplejidad estampada en el rostro, se levantó como un loco sin comprender nada y observó con sorpresa al único ser  que se movía entre las sábanas: un pequeño y tierno ratón blanco. Por primera vez, odió ser  hombre y no gato.



lunes, 16 de junio de 2014

Una pregunta





Viajo en el tren de la vida

Entre estaciones de silencio y pérdida

Entre  amaneceres de crepúsculos pintados

Sentada en el vagón imaginario

                                     recorriendo un planeta que se cierne en si

De infinitos perdidos

Y lunas cuadradas

Soles oscuros

Y estrellas contadas

Dime tú que eres quien sabe

¿Acaso no acaté las normas dictadas?

 

miércoles, 28 de mayo de 2014

La vida es sueño






Dicen que lo sueños reproducen todo lo que nuestro inconsciente sabe y nos esconde. Vidas de pesadilla o ensueño agazapadas tras el abrazo de Morfeo. Pero a veces, “dicen “mal, y lo que antes estaba oculto, se nos muestra violentamente haciendo que cambiemos por completo nuestra perspectiva del mundo y de nuestra vida. No crean que la historia de nuestro protagonista tiene nada especial, una vida, por simple o complicada que sea, no deja de ser una vida; y al igual que casi todo está ya dicho, lo mismo esta vivido. No es el hecho el que la hace más intrigante o más nueva, sino la forma como una la siente o la percibe.
El Sr.Pears, no tenía familia ni parientes cercanos. Tampoco amigos ni mascotas  que cuidar. Su lenguaje era parco y guardaba silencio la mayor parte del día. No tenía nada que decir ni interlocutor interesante con el que hablar, y no por ello crean ustedes que nuestro protagonista era un hombre triste o amargado, muy al contrario: era un anacoreta feliz. Solo carecía de una cosa esencial, el Sr Pears no soñaba. Hubiera dado su vida a cambio de un solo sueño, uno que recordar, que disfrutar o morir  de terror en el, pero no, eso no le había sido dado. He dicho que era feliz, y por supuesto esta afirmación carece de falacia; a pesar de eso, uno no puede obtener la dicha por completo y ese anhelo, concretamente ese, era el que daba carencia a la total plenitud de la vida del Sr.Pears. Se acostaba cada noche con la fe puesta en su deseo, y despertaba cada mañana con la misma decepción: nada, no había soñado nada. Había hablado con médicos, curanderos, herbolarios y Chamanes; en definitiva, con todo  aquel que pudiera darle alguna solución. La respuesta era siempre la misma – Sr Pears, eso que me cuenta no tienen ningún sentido, todos, absolutamente todos, soñamos: Usted sencillamente no lo recuerda. Pero eso no era cierto, el despertaba todas las mañanas como salido de un letargo en negro. Una película velada. Ni una imagen, ni un sonido. Un amanecer de la nada para volver al mundo. Soñaba despierto con el sueño del dormido. Y era tanta su ansia por conocer aquello, que muchas veces, pasaba horas en la cama esperando que el milagro se hiciera realidad.
Una mañana cualquiera de un día cualquiera, el  Sr.Pears se sorprendió  leyendo un extraño anuncio en el periódico.

-           SE RESUELVEN TODO TIPO DE PROBLEMAS TENGAN O NO SOLUCIÓN.

Debajo, una dirección y un número de teléfono. Entre paréntesis concluía,” Incrédulos abstenerse “.
Llamó de inmediato ¿por qué no? Si los supuestos entendidos no le daban solución, tal vez algún charlatán pudiera dársela. Le contestó una voz  de mujer muy agradable, dándole cita para el día siguiente. Esa noche, el Sr Pears, la  pasó en vela soñando despierto con el sueño del dormido.
Llegó puntual, y después de rellenar un breve cuestionario, la misma señorita que le había atendido el día anterior lo pasó a una sala pintada de azul añil intenso. Una voz salida de no se sabe dónde, pregunto:

-           Dígame ¿en qué puedo ayudarlo Sr. Pears?

-           Quiero soñar. Ni que sea una vez en la vida, quiero despertar de un sueño.

-           Regrese a casa Sr, Pears. Esta noche va a tener el sueño de su vida.

Desconcertado, el Sr Pears regresó a su casa con una cara de Imbécil que daba lástima. Comió algo frugal y pasó el resto del día absorto mirando el cielo desde su ventana.
Pero esa noche, nuestro Sr.Pears soñó. ¡Y vaya si soñó! recreó en uno, todos los sueños de una vida. Y lo llevó hasta  los confines de su inconsciente haciéndole disfrutar de las mieles del otro  mundo. Sintió la lujuria del Fauno al despertar de su siesta añorando a las bellas ninfas. Sintió el despertar de la primavera con una explosión de sentimientos desbordados tal, que dieron fin a la vacuidad de la vida que había llevado hasta entonces. Lloró de felicidad y siguió llorando y llorando hasta quedar exhausto. Fue en ese preciso instante, cuando la realidad cayó sobre él aplastándolo y asfixiándolo de sobremanera. El Sr Pears, jamás despertó del coma profundo en el que voluntariamente se había sumido y completo su ciclo.
Dicen algunos, que no solo de sueños vive el hombre. Otros por el contrario, carecen de vida sin ellos.

lunes, 21 de abril de 2014

Ser




Si pudiera desandar el camino andado

                                                              no lo haría

y repetiría cada uno de los pasos

Viacrucis y lujurias

errores y  aciertos

porque ellos esculpieron con sangre

                                                                 al ser

                                                 (que no por menos es más)

tangible y único que habita en mí.

 

Y si los cadáveres dejados en el camino

                                                        volvieran para devorarme

Con gusto les entregaría el cuerpo

Porque cada trozo de carne les pertenece

                                                         ( justo es el banquete entonces )

 

Soy una alegoría de vida y muerte

un ser que se diluye en el lago de los hedonistas

hallando en la nada

las fuerzas para sobrevivir.

 

Y no busco la eternidad

                                                         porque la vida me desborda

dejo el podio de los Dioses

a los que tienen algo que decir

los que entregaron sus vidas a las Itacas

 Nosotros

                  los pertenecientes al inframundo

                                                                                con sentir

                                                                                                        nos sobra y nos basta.




 

viernes, 28 de marzo de 2014

Epístola




Te creé bajo la sombra de la desesperación. Intentaba no hundirme en medio de las tormentas que me acechaban y buscando un salvavidas, te encontré. Debería pedirte perdón por haberte usado sin tu consentimiento, pero pensé: es ridículo pedir disculpas al que se desconoce víctima. Te pido por favor, leas con atención la siguiente carta: entenderás de que estoy hablando.
Rápidamente te incorporaste a mi vida. Hacerte e imaginarte se convirtió en algo deleitable. Mi cotidianeidad, aunque buscada, se había vuelto tediosa y decepcionante. Tú, eras el único capaz de alejarme de todo. Sentirte en mi, era lo que más deseaba en este mundo. Confesarte mis miserias, escuchar tus respuestas sarcásticas y ver esa irónica sonrisa dibujada en tus labios, no solo me reconfortaba: me devolvía el hálito de vida perdido tiempo atrás. Sin palabras ni malentendidos, la tuya, se convirtió en la relación perfecta.
Si me llegaban noticias de ti, al real me refiero, no les prestaba atención alguna. Ese no era el que me acompañaba: incluso admitiendo que físicamente erais igualitos, no me interesabas lo más mínimo. Mi creación, te superaba en todo.
Tu otro, llevaba el mismo nombre que tú pero en diminutivo. Me gustaba decirlo repetidamente. Dejaba en mi boca un sabor que perduraba más allá del instante de la pronunciación.
En lo referente a tu personalidad, obviamente, te hice a mí antojo. De nada carecías y en nada fallabas: eras el compañero de vida perfecto.
Muchas noches, despertaba adueñada por una angustiosa ansiedad y en esos momentos, solo tu voz me relajaba. Escuchaba tus susurros que provocaban en mí una sensación parecida al orgasmo y eso hacía que amaneciera exultante. Luego, preparaba dos cafés: uno doble para ti (había decidido que era tu estimulante preferido) y otro sencillo para mí; los saboreaba y me iba feliz al trabajo.
Pero la realidad se impuso una vez más.
Un día quise leer uno de tus artículos en el diario. Pensé "no hará que mi sueño se desvanezca, yo sé quien es quien". Otro día busque alguno de tus libros y lo leí. Otro asistí a una de tus conferencias. Otro me colé en una de tus clases; hasta me atreví a mandarte algún que otro correo. En fin, mi imaginario fue muriéndose poco a poco y no sin angustia. A veces, creía oír su voz diciéndome: No me abandones, déjalo, él no es real, lo único real somos tú y yo. Pero ya era demasiado tarde. Abandoné a mi pobre creación igual que el niño abandona al juguete que tanto deseó.
Te escribo esta carta porque tu otro yo, desapareció llevándose hasta último de mis sueños. Quería pedirte que si en algún punto de tu mente puedes conectarte con él, le digas que vuelva o que se ponga en contacto conmigo: definitivamente, tú no me sirves.
Gracias por tu tiempo. Y disculpa ahora sí, por la intrusión.
 
Atentamente:
 
Yo, tu íntima desconocida.
 

jueves, 30 de enero de 2014

Poema para mi



                           
 


Alguien susurra mientras los gatos duermen

 la conciencia del tiempo cae

 y los años se tornan segundos.

Realidad irreal creada para seguir en el cuerpo que guarda

 la retina del ojo ya dormido.

Los tiempos se han perdido

en un mundo de Alicias destronadas

como peces asfixiados

nadando en tierras polvorientas sin agua

tal vez sea hora

de regresar al verdadero amor

aullido de fruta prohibida a la mujer pecadora

arrullando a la niña que sigue intacta.