lunes, 9 de diciembre de 2013

Beatriz



 Beatriz Uribe de Castro pasaba sus horas de una forma un tanto peculiar.  El lugar era indiferente: podía estar en  su casa, en el metro, o en cualquier cafetería de la ciudad creando mundos paralelos cuya única acción transcurría en su mente. Beatriz era completamente ajena a la realidad que la rodeaba. Deambulaba por las calles con la mirada perdida y cuando sentía que la creación del momento la atormentaba, cambiaba de escenario con la misma facilidad con la que uno se cambia de ropa.
En algún momento fue feliz pero eso formaba parte del pasado: un pasado que por otro lado  no deseaba recordar. Si hubiera podido, habría borrado su nombre de todo documento oficial y se habría reinventado de nuevo. Beatriz ¿qué nombre era ese? De origen latino significaba bienaventurada ¡qué ironía! Mejor le hubieran puesto Lilith, la proscrita que se liberó de Adán para estar con su amante; esa si tenía agallas. Abandonada por su marido y sin haber podido engendrar hijo alguno, naufragaba entre la cobardía de la supervivencia y la locura.          
Sus personajes le regalaron el mundo que deseo. Amaba a uno por encima de todos; disfrazada de guadaña tentaba a la  muerte y le hacia un guiño de desprecio. Era la burla perfecta. Pero como dice el Tango” toda carta tiene contra y toda contra se da” y  una fría mañana de otoño, Beatriz fue burlada. Ya no más escenas: el telón cayó frente a ella sin poder evitarlo. Una vecina extrañada por no haberla visto en días,  avisó a la policía. Encontraron su cuerpo  junto a otros cinco cadáveres más esparcidos por la habitación: parecían títeres  salidos de un carnaval dantesco.


viernes, 4 de octubre de 2013

Abre los ojos




Piensa hombre, piensa: ¿Qué hacer en esta situación? Respiro profundo y me relajo. ¡Claro que no! ¿Cómo me voy a relajar? Sudor  frio, palpitaciones, mente en blanco. No puede ser, esto no es real. Piensa.Pienso luego existo. Descartes, sí, fue Descartes. Descartes queda descartado: no le encuentro sentido a la oración, son meros destellos de memoria. Abre los ojos, no es tan difícil. Piensa. ¿Pero si razono es porque estoy pensando, no? Quizás no, quizás solo sean ideas recurrentes. Pero entonces ¿por qué no puedo abrir los ojos? Luz, solo necesito un poco de luz. Oscuridad reticente ¿dónde estoy? Sudor frio, palpitaciones, mente en negro. Escucho pasos, alguien se acerca. ¿Soy? ¿Soy qué? No recuerdo el nombre, sin nombre no soy nada y si no soy nada, no puedo pensar: claro, esto es lo único real. “No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo “Tabaquería, Pesssoa; ah sí, ya recuerdo. Sueños, sueño, onírico: palabras redundantes. Abre los ojos ¿no me escuchas? ¡Abre los ojos! No hay salida. Sin sudor frio ni palpitaciones, solo sopor; un sopor que me tranquiliza.  Pasos marcados, sonido fuerte, cercanía. Si, alguien se acerca, lo siento. ¿Lo siento o lo intuyo? No importa, qué más da. Inmovilidad absoluta, cuerpo inerte. Espera,  ya no se escucha nada. El silencio me da pavor; nunca me ha gustado el silencio.  Regresan: pasos firmes. Abre los ojos ¡a-b-r-e-l-o-s! Último intento. Olor a perfume, náuseas, sensación de vómito ahogado. Estruendo, cachetada; pérdida completa de audición. Siento un dolor punzante en la mejilla.
-           Maldito borracho, sacúdete esta cruda de encima; el desayuno está en la mesa y  los niños esperan.
 
Se hizo de día, y con el día la luz y con la luz: la auténtica pesadilla.

lunes, 5 de agosto de 2013

Tres historias de amor y algo más




 “Y yo te pregunto el porqué y tú me respondes con un silencio seco,  largo y eterno: uno atemporal sin principio ni fin. Luego bajas la cabeza y prendes tu cigarro, inhalas el humo con fuerza queriendo absorber hasta el último gramo de nicotina y das media vuelta; y es justo en ese momento, al observar tu silueta de espaldas alejándose de mi hacia la puerta, cuando me doy cuenta que no eres más que un extraño, y yo, probablemente una intrusa habitando un espacio que no me pertenece; y me siento aliviada por haber descubierto al fin la verdad.”
Paula cerró el libro que por azar había encontrado en el banco del parque donde se hallaba, y quedo pensativa durante unos minutos. Concluyó que eso no iba a pasarle a ella: porque tenía dieciocho años, una vida por delante y una gran historia de amor recién empezada que por supuesto, no tendría ese final. Incapaz de imaginar ninguno, creía con todas sus fuerzas que la suya seria eterna; y eso era una verdad absoluta, la verdad que conlleva la irreverencia de la juventud. Paula observo con complicidad a la pareja que tenia enfrente. Pedro y Laura, iban paseando  agarrados de la mano. Se reían y disfrutaban del poco tiempo que podían pasar juntos sintiendo aquellas horas como las únicas que daban sentido a sus vidas; porque después, Laura volvería con su marido y Pedro con su mujer. Seguirían hipócritamente atados a su hastío, escucharían las quejas de sus conyugues y los reproches diarios tan presentes en las  relaciones que agonizan  sin que nadie se atreva a darles el golpe de gracia final; y se refugiarían en la crianza de sus hijos soñando en el próximo encuentro: el que por unas horas, les haría creer que era posible vivir otra realidad menos triste y sombría.
 Y en ese mismo instante, en la otra punta del parque, Rufián, un Bulldog francés gordo y feliz, orinaba placidamente.

lunes, 10 de junio de 2013

El espejo en el espejo




Hacía mucho que había acordado la cita y de nuevo la anulé.  Siempre me sucedía lo mismo: conforme se iba acercando el momento, las excusas se hacían más y más sólidas regalándome pretextos perfectos para hacer la cancelación una vez más; o no me sentía preparado, o no me parecía el momento oportuno o sencillamente (y eso era lo más real de todo) sabía que pasara el tiempo que pasara, él, siempre estaría allí esperándome.
La mañana despertó extrañamente oscura. El cielo se había teñido de  azul grisáceo provocando en mí, una cierta sensación de desaliento. Sin embargo, ese día no encontré razón alguna para no acudir al encuentro. Llevaba tiempo preparándolo todo: la ropa, los zapatos, el corte de pelo y la silla. Era importante este último detalle porque necesitaba sentirme cómodo: no tenía idea de cuánto tiempo iba a durar la conversación, así que mejor ser precavido. El espacio y el lugar  los conocía  de memoria, la escenografía  también; pero sentía curiosidad por saber que tan acicalado se presentaría él ante mí, como habría preparado su personaje para este momento tan importante en la vida de ambos.
Me dirigí al punto de reunión, era una habitación en el subterráneo de la casa. Al abrir la puerta, lo primero que encontré  fue el espejo recubierto con  una sábana blanca. En realidad, ese era todo el mobiliario que había; La silla acabo de completar la decoración. Me acerqué y retiré la sábana lentamente. Este acto lo sentí más bien como un ritual; una manera de prolongar el tiempo previo al encuentro. Deseaba apurar al máximo aquellos últimos segundos porque sabía que después de esto, nada volvería a ser igual.
Con el espejo al descubierto, pude ver claramente su imagen: allí estaba él,  sentado frente a mí como si el tiempo no hubiera transcurrido para ninguno de los dos.

-           No pensé que demoraras tanto nuestra cita

-           Yo tampoco, le contesté.
Hablamos durante horas. Pude encadenar escenas de mi vida voluntariamente suprimidas, y me sentó  bien. Todo fue verbalizándose: errores,  angustias, felicidades y desgracias; mis remordimientos y mis inconfesables, todo. Allí estábamos ambos: él, mi yo y yo, su él, a pecho descubierto.
Cumplimos lo acordado,  él salió del espejo y yo entré; no sin antes desearle la mejor de las suertes y un buen comienzo para su nueva vida. Me miró a los ojos por última vez, esbozó una leve sonrisa y cubrió el espejo de nuevo con la sábana blanca. Lo último que escuché fueron sus pasos, el chirriar de la puerta y un golpe seco; después…  silencio.

 



 

miércoles, 5 de junio de 2013

Manual para el buen dormir solo .






Es importante no olvidar, que quizás nos encontremos ante uno de los actos rutinarios más importantes del día: de ello dependerán las siguientes siete, ocho, o diez horas; el descanso de mente y cuerpo y el humor del despertar matutino.
Póngase frente al lecho y siéntese suavemente sobre este. Acaricie las sabanas, deje que sus manos se deslicen placenteramente sobre la tela. Retire la ropa con delicadeza e introdúzcase en la cama lentamente. Ahora no piense en nada, permita a su cuerpo  acomodarse plácidamente al colchón. Si por un momento, intenta interponerse entre usted y el santuario alguna que otra malintencionada sensación de angustia (piense que estas últimas son tan humanas como el propio cuerpo)  omítala; déjele bien claro que esta es una relación de dos y que los tríos no tiene cabida alguna. Usted y su cama comparten desde hace mucho una concomitancia monógama: esto la persuadirá y la alejará pronto del escenario deleitoso en el que  usted se hallaba.
Llegados a este punto, piense que postura adoptar ante el inminente encuentro con Morfeo: la supina, la contraída, boca abajo, la libre (consta de una mezcla de las tres anteriores) o la enroscada; esta se hará en complicidad con las sábanas. Una vez la decisión haya sido tomada, sienta el pesar de sus párpados. Es bueno en el caso de las mujeres haberse desmaquillado previamente pues podría entorpecer la lánguida caída de ojos requerida en este momento.
 Ahora, solo entréguese apasionadamente al placer de la dormidera y si después de haber seguido el manual no consigue el efecto deseado, no sufra: le recomiendo  acercarse al dispensario más cercano,  seguro que el doctor tendrá a bien recetarle alguna que otra píldora más eficaz que mis consejos.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Micro cuentos para no dormir



                              
 Dos mujeres fumando una Shisha


Dos mujeres  en la sala del Bar “punto y final “estaban  fumando una Shisha.
-  Zorra, dijo la una tumbada sobre el sofá de terciopelo verde.

-  Muerta de hambre, respondió la otra sin dejar de mirarla fijamente.

Inhalaron con fuerza sus pipas y  soltaron el humo con rabia la una sobre el rostro de la otra. Un instante después, habían desaparecido sin dejar rastro alguno.

El camarero (esgrimiendo una agradable sonrisa en sus labios) contenía a las parejas  que dé a dos, aguardaban con ansiedad la entrada a la sala.

- No empujen, se que quieren resolver sus problemas: tranquilos, tenemos Shisha para todos.



Razonamiento Psicópata

Con la cabeza muy clara y la sangre muy fría, disparó el arma.
-  ¿ Por que lo has hecho ? preguntó mientras sentía la quemazón de la bala en sus intestinos.

-  Tenía  ganas de matar y tú te pusiste delante.

 El extraño cerró los ojos y murió con cara de estupefacción.

   
 Amor apasionado
Si me amas déjame hacer, le dijo él anudándole el pañuelo de seda al cuello.

Sabes que te amo más que a mi propia vida, respondió ella mientras cerraba los ojos extasiada de placer.
Eso me temía, y apretó el pañuelo con ímpetu hasta dejarla sin respiración.

Me gustas más dormida amor, discúlpame.

lunes, 29 de abril de 2013

El árbol de la vida





Desde niño deseé tener una casa solo para mi. Cuando naces en el seno de una familia numerosa el espacio se vuelve vital. Durante la niñez y parte de la adolescencia compartí habitación con mi hermana menor hasta que pude tener una propia que por otro lado, ni siquiera disfruté porque abandoné el hogar de mis padres a los dieciocho recién cumplidos.
Años más tarde pude comprarla. Me costó encontrar una que se adecuara a mi presupuesto; los trabajos (siempre precarios) no me reportaban un gran sueldo. Adquirí una que cumplía con todos los requisitos: estaba situada en un barrio agradable no muy lejos del centro y tenía dos recámaras,. También contaba con un pequeño jardín que nunca arreglé porque disfrutaba viendo crecer la vegetación a su antojo. Me tumbaba en la hamaca (que estratégicamente había colocado en el centro) y observaba con entretenimiento las nuevas especies que brotaban dia a dia de forma epontanea. Muy pronto una gran variedad de hierbajos  poblaron el lugar.
Una mañana observé un pequeño árbol de unos diez centímetros debajo de mi hamaca. Al día siguiente, esos diez centímetros se habían multiplicado perforandola. Y no solo había crecido en altura, su ancho empezaba a tener un tamaño considerable. Tomé la decisión de cortarlo. Algo que crecía a esa velocidad acabaría por devorar mi vergel antes de una semana.
Al salir del trabajo me acerqué a la tienda para comprar un hacha. Llegué a casa y fui directo al jardín y contemplé con estupor, el inmenso tamaño que había adquirido. Intenté cortarlo pero no si logre hacerle ni un simple rasguño en su corteza. Jamás había visto una especie así. Busqué información para saber a qué familia pertenecía pero no encontré nada al respecto. Decidí probar con pesticidas, solo conseguí un estrepitoso fracaso: el químico acabó con toda la vegetación mientras el árbol seguia intacto.
Unos días más tarde, las raíces habían empezado a romper parte del suelo y las ramas amenazaban con hacerle lo mismo a los cristales de las ventanas que daban al patio. Esa noche me acosté aterrorizado.
Una extraña fragancia me despertó. Era un olor narcotizante. El árbol había florecido y junto con él la casa. Quedé embriagado por completo. Me sentia extrañamente observado. Presentí su deseo hacia mi. Sus las ramas me envolvieron tiernamente igual que los brazos de la madre arrullan al hijo, y acepte mí sacrifico de forma natural ¡a saber qué tipo de olor desprendería yo!

martes, 9 de abril de 2013

El intercambio





Tarde o temprano sus caminos se iban a cruzar. Andaban por la senda del no retorno; allí, los encuentros eran inevitables.

Primero se intuyeron, luego divisaron sus sombras en el horizonte y un poco más adelante, percibieron sus imágenes con nitidez hasta encontrarse uno frente al otro. Los dos estaban exhaustos. Hacía años, al inicio del camino quizá, solo les había importado una cosa: llenar sus fardos vacios. Pero ahora era distinto; los arrastraban con dolor y resignación. Eran incapaces de soltar el lastre. Seguían unidos a ellos como si de otra extremidad se tratara; una prolongación incómoda del propio cuerpo. Su paso lento los había vuelto pacientes y apáticos, permitiéndoles detener el tiempo sin angustia. Vivian con la inercia que conlleva el sentido de supervivencia, eso era todo. Pero después de observarse con detenimiento, un brillo extraño se reflejó en sus ojos. Su codicia muerta resurgió más fuerte que nunca. Desearon con vehemencia el uno el fardo del otro, y sin pensarlo, se abalanzaron para robarse mutuamente. Fue sencillo porque ninguno de los dos opuso resistencia. En unos segundos, sus cargas fueron intercambiadas. Y con los nuevos fardos a cuestas, creyeron sentirse más ligeros: era más fácil caer en la falacia que aceptar la realidad. Ahora, seguirían hasta que el peso regresara, hasta encontrar otra carga que intercambiar; y no sería la última porque el camino carecía de final. Era la senda del no retorno: quien se adentra en ella ya no sale.

domingo, 3 de marzo de 2013

Amnesia leve




-Háganse a un lado. Gritó desesperado.

El porqué se encontraba en aquella situación ya no importaba, ahora todo lo que tenía que hacer era intentar cruzar la barrera humana que le impedía ver lo que estaba sucediendo en el jardín de su casa. Lo logró a fuerza de codazos y empujones, mientras, la gente curiosa observaba la escena con perplejidad.

- Que se aparten he dicho, lárguense todos, nadie les ha dado vela en este entierro.

Esa mañana se había despertado con el mismo tedio de todas las mañanas. Había tomado su ducha y preparado su café con la misma desgana de siempre. Había salido de su casa rumbo a su despacho con el mismo aburrimiento que lo consumía día a día. Cada noche al acostarse, lo único que pedía era un pequeño cambio dentro de su rutina. Y lo pedía porque él era un hombre cobarde, siempre lo había sido, se sabía incapaz de provocar nada: solo anhelaba. Así había transcurrido toda su vida, deseando el suceso, lo anormal, aquello que lo hiciera despertar del sopor en el que estaba inmerso desde que su memoria recordaba.
Sobre la hierba del jardín yacía un cuerpo pálido y desnudo. Un cordón policial lo rodeaba. Con paso lento pero firme, se fue acercando a él. La gente seguía observando en silencio. Un acto reflejo hizo que cerrara los ojos. Cinco policías custodiaban el cadáver. Empezó a sentir un sudor frío, el mismo que recorrió su cuerpo inmovilizándolo y llenándolo de pánico. La sensación de terror se intensificó con el paso de los minutos; fue entonces cuando pudo observar con claridad al muerto que tenía enfrente.
Lo que tanto había estado anhelando se hizo realidad; y recordó. Por una vez decidió dejar de esperar y actuar. Recordó el vaso, recordó los barbitúricos, los pasos hacia la ventana, la caída al vacío y el dulce alivio del que reconoce su fin.

 


 


 

martes, 29 de enero de 2013

La maleta





Una maleta era todo lo que traía consigo. Una maleta vieja y raída portadora de un único tesoro: su vida. Una vida llena de idas y venidas. Una vida sin rumbo fijo, repleta de experiencias y de riquezas no materiales. Fructífera a su manera de entender, inútil a la manera de entender de la mayoría. Nunca se opuso a nada y nada se opuso a él. Era la síntesis misma del “vive y deja vivir “: un concepto básico para la supervivencia, decía siempre.
Tenía un aspecto desaliñado. Jamás le preocupó lucir bien. Era hombre de intensa mirada, pelo canoso y piel morena. Tuvo suerte con las mujeres, no con el amor. No lo amaron como a le hubiera gustado y no las amó como ellas hubieran querido; un desencuentro constante, que no insatisfactorio. Había viajado por medio mundo y vivido en infinidad de lugares. Para bien o para mal de todos había aprendido y a todos llevaba en la memoria.
¿Que nos queda en realidad si no los recuerdos? Ellos nos asesinan y nos reviven a su antojo. No le importaba ser un inadaptado, un excluido, un “clochard ". Frente a el, la concurrencia siempre mostraba una sonrisa sarcástica e irónica, entonces daba media vuelta y les obsequiaba con una elegante reverencia o una fabulosa imagen de sus nalgas, dependiendo del humor del momento.
Pero nada dura para siempre y llego el día en que la vieja maleta no aguantó más. Se rompió y todo quedó desparramado por el suelo. No le dio tiempo a recoger nada, cuatro zarrapastroso que andaban perdidos por la calle se afanaron en robar lo poco que había. Adiós a su pequeño tesoro, adiós a sus pertenencias, adiós a su vida. Un momento ¿adiós?, no, claro que no. Hoy era el día idóneo para empezar de nuevo. Dio media vuelta y se fue por el camino contrario.


jueves, 17 de enero de 2013

Vida








Cristal de agua sin reflejo


imagen guardada en la retina dormida


visión irreal de la esencia

                                  mecida en brazos del descanso

                                                                              en movimiento continuo


Del otoño cercano


sin pavor se abre la puerta


Último elíseo
                                       anhelo eterno

 Déjà vu y vuelta
                                       al inicio incierto.